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Pantalla Pinamar 2013: en el interior del interior

a la derivaPor Daniel Cholakian

A la deriva es el título de un magistral cuento de Horacio Quiroga. Una imagen final que comparten aquel relato y esta película, homónima de aquel, es el punto de partida de la historia que propone su director, el misionero Fernando Pacheco.

La historia transcurre en 1999 en el límite que la provincia de Misiones tiene con el Paraguay. Allí se cruzan el delito, la vida sobredeterminada por la geografía y la falta de trabajo. En este contexto, el film se propone como un tradicional recorrido moral en función a las elecciones que toman cada uno de los protagonistas. Si bien el relato no juzga a los mismos, el punto de vista es claramente neutral, el final de la película no permite lugar a dudas sobre lo malo que es finalmente castigado. Es por ello que el discurso sí contiene, finalmente, una impronta moral clásica.

Lo mejor de la película radica en la construcción de los personajes y la relaciones entre ellos. Los personajes a los que referimos son cinco. El protagonista, Antúnez, interpretado por Daniel Valenzuela, su esposa, su madre y el Polaco y su esposa. El lugar de la mujer, las relaciones de poder tanto en el ámbito laboral como familiar y el modo de expresar el afecto, son tópicos que claramente Pacheco elige examinar en esta sociedad conservadora, de sujetos sometidos.

La trama tiene problemas en su construcción lo mismo que el modo en que está construida la imagen de la película. No toda mirada austera es necesariamente buena, y aquí lo que parece haber es una imagen despojada, resultado de un pobre trabajo sobre la imagen que sirva más que de vehículo para una narración sencilla.

Sin embargo, por tratarse de una obra prima, corresponde destacar la auto-contención que claramente Pacheco ejerce sobre el material, para contener la historia en un género dramático, evitando la trama policial que motoriza gran parte de la acción. En este sentido es sorprendente que lejos de querer mostrar todo como si fuera especialmente inteligente y agudo, el realizador prefiere imponer un realismo simple, una historia concreta y pequeña y una mirada despojada de todo juicio de valor sobre los personajes.

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