Por Daniel Cholakian
El acto de cierre del Festival de Cine, dejó en evidencia algo que se ha degradado con los años en este evento, y que sin dudas es responsabilidad de quienes programan y quienes producen el mismo. Todos los premios Astor, incluso el otorgado a un actor argentino, fueron recibidos por terceras personas. En el caso de las películas extranjeras, las estatuillas fueron recibidas por actores argentinos que no guardaban relación alguna con el depositario de la distinción. Esto se relaciona íntimamente con la falta de conferencias de prensa de cada una de las películas en competencia oficial. Con el cambio de tecnología y la preeminencia de las proyecciones digitales, la Sala del Auditórium ha dejado de ser la sede principal de las películas de la Competencia Oficial. Allí se hacían habitualmente las conferencias de prensa, junto al bar del mismo. Por una parte, en la actualidad se trasladaron las proyecciones para periodistas (que incluyen público en general) al Ambassador 1. Allí no hay dónde hacer las mismas y se convirtió en una charla con el público y la prensa, que es imposible de sostener y en la que no se puede hacer un trabajo periodístico. Pero además de ello, y esto es lo más grave, no siempre viene alguien responsable en la realización de la película a presentar y acompañar la misma en su recorrido y mucho menos en la premiación. Esto es, en cualquier festival internacional de clase A, una obligación. Cada película debe llevar una delegación y brindar una conferencia de prensa.
A fuerza de problemas de organización, incapacidad para negociar y controlar las condiciones, el Festival ha perdido la presencia de las delegaciones de las películas de Competencia Oficial, llegando a la noche del sábado, donde ningún premio de la competencia principal fue recibido por su ganador. Un pésimo trabajo en ese sentido, que la organización deberá revisar con mucha autocrítica para modificarlo, aun a costa de perder algunos títulos para esta sección.
Ver a Ester Goris, Soledad Silveyra, Ana María Picchio, Daniel Aráoz y Juan Leyrado subir a recibir premios y decir algunas palabras al respecto, dio vergüenza ajena.
La premiación oficial tendrá siempre quienes la apoyen y quienes la detracten. Nadie puede ver todas las películas, salvo el fantasma. Por tal condición no tiene duda respecto de la Competencia Latinoamericana: la mejor película presentada en el marco de esa competencia fue La sirga, la película colombiana de William Vega. Digamos “las cosas como son”, no se comprende cómo el jurado compuesto por Walter Achugar, Moro Anghileri y Eva Sangiorgi eligió a la película chilena para distinguirla con el premio correspondiente a dicha sección competitiva.
La premiación internacional, justamente repartida, puede generar polémicas menores, pero no parece ser de esas que están destinadas a ser recordadas. Como tampoco serán tan recordadas las películas presentadas en la más importante sección del festival. La película de Mungiu es compleja y atractiva y en los otros rubros, cada uno de los premiados ha demostrado tener motivos para ser premiados. Por lo tanto la ecuanimidad de los jurados será, entiendo, bien recibida.
En la Competencia Nacional tal vez la sorpresa sea que los jurados hayan tenido una elección tan similar respecto de la del jurado de 2011. Hermanos de sangre está formalmente vinculada con Diablo, premiada el año pasado. El premio a José Campusano como mejor director por Fango será seguramente muy bien recibido. Su trabajo es diferente a lo demás que se ha presentado y realmente merece ser premiado.
¿Cuánta polémica y cuánto recuerdo tendrá este Festival? Por lo pronto las películas han tenido un nivel parejo y en general bueno. Algunos buenos recuerdos -tal vez los mejores en años- serán para las talentosas, esforzadas y creativas trabajadoras de la oficina de prensa. Todas con una sonrisa a pesar de todo, salvo aquella que, como una madre buena, no paraba de retarnos aunque finalmente nos diera todos los gustos…