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Contrabando

Título original: Contraband
Origen: EE.UU.
Dirección: Baltasar Kormákur
Guión: Aaron Guzikowski, Arnaldur Indriðason, Óskar Jónasson
Intérpretes: Mark Wahlberg, Ben Foster, Lukas Haas, Kate Beckinsale, David O’Hara, Giovanni Ribisi, Jaqueline Fleming, Connor Hill, Bryce McDaniel, John Wilmot
Fotografía: Barry Ackroyd
Montaje: Elísabet Ronaldsdóttir
Música: Clinton Shorter
Duración: 109 minutos
Año: 2012
Compañía editoria: AVH


4 puntos


Todo legal, todo bonito

Por Rodrigo Seijas

Se supone que Contrabando es una historia centrada en el mundo de la ilegalidad, repleta de marginales, de hombres que no temen romper las reglas. Y sin embargo, estamos ante una película que nunca quiebra una norma, que nunca se aparta de los convencionalismos, que va por todos los carriles previsibles, que parece hecha por un grupo de aburridos habitantes de los suburbios estadounidenses.

La trama de Contrabando ya ha sido largamente transitada: un ex contrabandista (Mark Wahlberg), quien ya creía haber dejado su vida criminal atrás en pos de formar una familia, se ve obligado a volver a las andadas para pagar una deuda adquirida por su cuñado, un joven que se metió en problemas con un grupo de mafiosos. El volver a recorrer un relato muchas veces narrado no invalida per se a la película. Pero sí el no aportar ningún elemento nuevo y destacado. El arte, aunque apunte a ser el entretenimiento más superficial posible, debe siempre poseer aunque sea alguna variable original. Y esta película no ofrece nada remotamente nuevo.

Habría que ver cuáles eran los méritos del film islandés Reykjavík Rotterdam, en el que se basa esta remake estadounidense. El hecho de que la nueva versión fuera dirigida por uno de los protagonistas de la original, Baltasar Kormákur (quien en el 2000 había dirigido la despareja pero interesante 101 Reikiavik, conocida en la Argentina con el espantoso título de Invierno caliente), brindaba ciertas expectativas. Más si se sumaba como factor previo el elenco, compuesto por unos cuantos nombres importantes. Pero el trabajo en la dirección aparece increíblemente domesticado y los actores se ven encasillados, repitiendo papeles y estereotipos que ya antes habían encarnado: el tipo duro pero noble (Wahlberg); el psicopatón (Giovanni Ribisi); el traumado e impredecible (Ben Foster); la esposa ingenua (Kate Beckinsale); el amiguito raro (Lukas Haas); el latino criminal y desquiciado (Diego Luna); el oficial mala onda y corrupto (J.K. Simmons).

Contrabando ni siquiera es potente cuando se zambulle en el doble discurso de los personajes, con un protagonista que se pretende afuera de la marginalidad, pero descubriendo que cuando vuelve está en su salsa; o su mujer, que critica ese estilo de vida, pero luego se hace la desentendida. Es más, su puesta en escena es tan lavada, que la pretendida ambigüedad de los hechos queda disuelta en mera incoherencia. Lo que tenemos es una película sin alma, que nunca se decide para dónde ir, que avanza a tropezones y hasta aburre. Un poco de rebeldía no hubiera estado mal.

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