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BAFICI 2012: las crónicas fantasma (III)

Por Daniel Cholakian

Un fantasma recorrió el BAFICI. Durante la proyección de prensa de la película 17 monumentos de Jony Perel, repentinamente alguien entró en la sala por el pasillo de la derecha. Descendió las escaleras. Frente a la pantalla, un imponente y solitario monumento que recordaba las atrocidades cometidas por la dictadura militar rezaba: “Justicia, Verdad, Memoria” en tres columnas de hormigón. La figura, vista de espalda por los espectadores, era la de un hombre robusto, de físico cuadrado, poco cuello, cabeza maciza, pelo cortado a cero, vestido de traje oscuro. Descendió lentamente por el pasillo mirando hacia ambos lados en una actitud inquisitiva. Llegó hasta el final de las butacas. Como si no hubiera nadie en la sala, ni se estuviera proyectando una película que nominara los centros de detención clandestinos, el hombre, fantasma tal vez de un agente de cualquier fuerza de seguridad, cruzó la sala y comenzó a subir por el otro pasillo, observando detenidamente, tal vez, temo imaginarlo, a cada uno de los espectadores que nos atrevíamos a presenciar esa proyección casi subversiva. Hizo un gesto, y luego terminó su ascenso hasta que salió por el fondo de la sala.

No sé si real, imaginario o performático, ese hombre/imagen, ese hombre/símbolo, recorriendo la sala en ese momento, fue uno de los momentos que recordaremos muchos al hablar del BAFICI 2012. Incluso uno, acostumbrado a cruzarse con viejos fantasmas de la propia historia.

Y si de 17 monumentos hablamos, este segundo largometraje de Jonathan Perel (El predio), es una película sorprendente. Aún sabiendo, como lo indicaba toda la información previa, que se trataba de un largo con 18 planos fijos (uno del documento que indica cómo deben ser construidos los monumentos y 17 de igual duración de los monumentos emplazados), la película sorprende. Por un lado por el riesgo que asume el realizador no sólo en lo formal, sino en la apelación crítica, consistente y por momentos impiadosa, a los modos y regímenes de la memoria. Pero sorprende también en el modo que apela e implica al espectador. La imagen, que parece repetida, es siempre distinta y en cada plano comienza a configurarse un espacio social y político (ya por lo poco que ocurre dentro del plano como por lo que se intuye fuera del mismo) que articula sentidos entre ese espacio real, y este tiempo concreto y el espacio que fue y el tiempo que está atrapado en esa misma imagen. Porque cada uno de esos planos tiene un fuera de campo que está en ese mismo espacio, pero en otro tiempo. Y eso notablemente parece aparecer, cuando la vista se acostumbra a esa imagen fija y la vista comienza a nublarse…

En un registro documental de observación (aunque en este caso de observación participante) nos encontramos con Les Eclats, del Sylvain George, ganador de la edición anterior del BAFICI con su película Qu’ils reposent en revolte . El realizador hace con este trabajo un verdadero montaje etnográfico a partir de su trabajo de investigación de la vida de inmigrantes musulmanes de distintas nacionalidades, que aguardan en las inmediaciones del puerto de Calais, su oportunidad de saltar a un barco con rumbo a Inglaterra. En la mejor tradición del cine documental y abrevando en la mejor línea de las ciencias sociales francesas, cuyo paradigma son los trabajos de Pierre Bordieu, George observa participando, permitiendo de este modo al espectador comprender la situación de vida de estas personas y la violencia política que se ejerce (y ha ejercido) sobre sus cuerpos. El realizador no explica, se acerca, convive y muestra y de tal modo logra que el espectador pueda reconstruir recorridos, dolores, mecanismos de explotación tanto en sus países de origen como en la Francia donde alguna vez se dice que se proclamó Libertad, Igualdad y Fraternidad, para todos los hombres del mundo.

El fantasma pasó por la proyección de la película israelí Policía y no le gustó. Reconoce que es una película de un fuerte contenido político que deja abierto un espacio a la discusión interna en su propio país de un modo que puede ser controversial, pues deja en claro que en los últimos años, especialmente luego del ascenso y consolidación del conservadurismo, la desigualdad en aquel país llegó a extremos nunca sospechados, y que las fuerzas de seguridad están fuertemente marcadas por cierta misoginia y racismo, pero el modo de registro que develan ciertas incoherencias formales, tanto como el maniqueísmo y la humanización del protagonista hacia el final, revelan inconsistencias que hacen naufragar el proyecto.

Será ahora cuestión de descansar un poco. A diferencia del cocodrilo, fantasma que duerme, no es cartera.

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