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Protegiendo al enemigo

Título original: Safe House
Origen: EE.UU.
Director: Daniel Espinosa
Guión: David Guggenheim
Reparto: Denzel Washington, Ryan Reynolds, Vera Farmiga, Brendan Gleeson, Sam Shepard, Rubén Blades, Nora Arnezeder, Robert Patrick, Liam Cunningham, Joel Kinnaman, Fares Fares, Fana Mokoena
Fotografía: Oliver Wood
Montaje: Richard Pearson
Música: Ramin Djawadi
Duración: 115 minutos
Año: 2012


6 puntos


Día de entrenamiento

Por Mex Faliero

Si bien Protegiendo al enemigo (el original Safe house no sólo es más correcto, sino que aporta a la carga de ironía del relato, donde las líneas que entiende un Estado como el de los Estados Unidos por bien y mal se borronean deliberadamente) es un producto vendido sobre las espaldas de Denzel Washington -es el tipo de thriller paranoico con bastante violencia que viene explotando junto a Tony Scott-, poco a poco uno va descubriendo que el verdadero centro del relato es ese Matt Weston que interpreta Ryan Reynolds, quien a la usanza del Jake Hoyt de Ethan Hawke en Día de entrenamiento, se contrapone a la vez que sostiene a Washington para construir un arco dramático que va de la ingenuidad moral a cierta ética del antihéroe. Es esa corrupción latente la que envilece a los hombres, y Protegiendo al enemigo lo convierte en tesis por medio de secuencias de acción, persecuciones, tiros, cientos de peleas cuerpo a cuerpo, algo de intriga en la línea de espionaje y una violencia que va in crescendo. Así como el personaje de Reynolds, Protegiendo al enemigo va creciendo como película, aunque por la falta de sorpresa y la constante apelación a recursos visuales sobreexplotados (de Tony Scott a Paul Greengrass) el film termine siendo mucho menos de lo que sus propias pretensiones suponen.

Protegiendo al enemigo es de ese tipo de películas que ponen el relojito a un costado del cuadro, como para significar que ese minuto a minuto aumenta la tensión. No lo logra, porque es más visceral que cerebral y carece del timing de suspenso de una trilogía a lo Bourne, por más que se le intente parecer. Pero atención, esto no es tanto una imitación como una continuidad estilística: tanto el fotógrafo Oliver Wood como el editor Richard Pearson trabajaron bajo las órdenes de Greengrass en los films de Bourne. Daniel Espinosa, hijo de un chileno y de una sueca, es el director de Protegiendo al enemigo y quien demuestra haber visto bastante cine de acción como para hacer de un relato convencional algo un poco más interesante. Los primeros diez minutos son excitantes, con una serie de persecuciones perfectas que acrecientan la intriga porque desconocemos a los personajes y sus motivaciones, y luego el film ingresa en un territorio de rutina hasta una última secuencia en una casa de seguridad como la del título original, donde la cámara se queda más quieta, las peleas se vuelven mucho más físicas, las motivaciones se clarifican y nos importan los personajes. El día que va marcando el relojito a un costado de la pantalla es también el día de entrenamiento que le lleva a Espinosa pasar de ser un artesano más o menos confiable a un director de cine de acción con algunos rasgos de estilo.

El guión de la película hace mucho foco en el personaje de Denzel Washington, Tobin Frost, un renegado de la CIA que parece tener información que implicaría a otros colegas y eso lo hace huir por el mundo. El inconveniente con esto es que, salvo excepciones, Washington se ha especializado en personajes que suponen complejidad y producen algo de asco, pero que terminan redimiéndose: eso no pasa en Día de entrenamiento o en Gánster americano, y por eso esas películas crecen. Frost, entonces, tendrá sus motivos y ese camino algo sacrificial que lleva adelante le resta interés y complejidad al asunto, enlistándolo antes como un film políticamente correcto en sus disparos contra ciertas instituciones del estado yanqui que en el film ríspido que quiere ser. Protegiendo al enemigo crece cuando los personajes secundarios, menos previsibles, toman protagonismo (y hay un elencazo: Brendan Gleeson, San Shepard, Vera Farmiga). La imagen de la película tiene el grano colorido del último Tony Scott y el nervio de Paul Greengrass, pero Espinosa carece por ahora del talento de aquellos realizadores. La última secuencia de acción, como dijimos, más seca y limitante con el cine de Sam Peckinpah (un espacio cerrado, fisicidad, sangre, masculinidad evidenciada a los golpes), muestra las mejores cartas del realizador y permite vislumbrar un director al que habrá que seguirle los pasos una vez que termine con el entrenamiento en el campo de juego del cine de acción contemporáneo.

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