Título original: I Am Number Four
Origen: USA
Director: D.J. Caruso
Reparto: Alex Pettyfer, Dianna Agron, Timothy Olyphant, Teresa Palmer
Guión: Alfred Gough
Fotografía: Guillermo Navarro
Montaje: Vince Filippone, Jim Page
Música: Trevor Rabin
Duración: 89 minutos
Año: 2011
4 puntos
El 4 y ocho más
Por Daniel Cholakian
Sospecho que, víctima o cómplice de una compleja maquinación editorial / literaria / cinematográfica, el autor de la novela que da origen a esta película (aunque cabe sospechar que ambos proyectos son conjuntos), mezcló en dosis aparentemente equilibradas estudiantinas románticas entre adolescentes humanos y no humanos – todos bellos y estadounidenses, por supuesto -, cierto aire “cool” en sus protagonistas, misterios del más allá con ramificaciones en pasados lejanos -que podrán ser reconstruidos si el éxito comercial lo amerita- una pequeña dosis de miedo soft y una contundente arbitrariedad como modo de justificar cualquier cosa que le venga bien a la historia.
Cualquier semejanza con la saga vampírica de moda, y la tradicional película de secundaria estadounidense (chico popular, chica popular pero madura, chico marginal lindo y hábil, más un pobre nerd humillado públicamente), es absolutamente calculada.
John Smith es el cuarto de una serie de nueve niños sobrevivientes de un lejano planeta, luego de una matanza que ellos no recuerdan. Estos jóvenes portan dones especiales, además de ser la única y remota esperanza de reconstruir lo que fue su comunidad. Pero aquellos que asesinaron a su gente están en la Tierra buscándolos para completar su mortífera tarea. Y luego, planean apoderarse del planeta. John es el número cuatro. Los tres anteriores ya han sido asesinados. Ahora van por él.
Apoyado por su protector, Henri, deberá pasar desapercibido de humanos y perseguidores, con el fin de mantener su legado vigente. En esta vida pueblerina, conocerá a una joven humana con quien descubrirá el amor – eterno para su especie – y será con ella con quien enfrente el ataque mortal de sus enemigos. Junto a ellos, el típico amigo nerd y la número Seis, una sexy guerrera extraterrestre también sobreviviente, desplegarán una lucha pletórica de efectos especiales.
Soy el número 4 aparece como una película interesante hasta el mismo momento en el que termina la primera toma. Luego de la misma, se reconoce la concepción puramente calculada de la historia, que está formulada exclusivamente para intentar aprovechar y reproducir éxitos editoriales–cinematográficos, a expensas de un público pre-adolescente cuasi cautivo.
El guión es muy pobre, carente de imaginación y arbitrario hasta el extremo (basta comparar la muerte del guardián del número 3 y del propio 3, para advertir que ello no tienen nada que ver con 4, 6 y Henri, el cuidador del protagonista).
Lo cierto es que probablemente tenga un importante éxito comercial. El segundo de los libros ya está en producción y se anticipa al menos un par de volúmenes más. Cada uno con su correspondiente película. Hasta acá conocimos a 4 y 6, con lo cual podemos hacer la cuenta de cuantas secuelas y precuelas pueden esperarnos.
Aun a riesgo de sonar cabalístico, si de números se trata, recomiendo obviar a estos y refugiarse en los viejos y queridos 86 y 99.
Estimados, la verdad es que por no hacerles caso, caí como un chorlito en una película que califica de regular para mala, pero el tema es que no se si es todo culpa de la adaptación o del libro del que fue adaptada (no lo leí aún).
Me molesta soberanamente el robo calificado de ideas así sean buenas ideas (por que cuernos los aliens leían tanto a JRR Tolkien como para ponerle LORIEN a su planeta?) o malas ideas (los aliens también se impriman cual los «hombre-lobo» (que son perritos mojados similares a los de Van Helsing) de stephanie meyer (en un post donde se cita a JRRT el nombre de meyer DEBE ir con minúscula)) y esta historia abunda en ellas.
Ahora debo citar el acertado comentario de mi señora novia «no entiendo por que los buenos son lindos y los malos feos». Alguno podrá explicarme eso?.
Sin más para decir me retiro.
Salute
Gastón, los feos no somos malos. Nos hacemos malos para matar a los buenos y quedarnos con las chicas lindas, que no nos dan bola.