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Encuentro explosivo

Título original: Knight and day
Origen: USA
Director: James Mangold
Reparto: Tom Cruise, Cameron Diaz, Peter Sarsgaard, Viola Davis, Jordi Mollà, Paul Dano.
Guión: Patrick O`Neill
Fotografía: Phedon Papamichael
Montaje: Nick Fletcher
Música: John Powell
Duración: 108 minutos
Año: 2010


7 puntos


Loca evasión

Por Mex Faliero

Lo mejor de Encuentro explosivo hay que buscarlo en su primera parte. No es que luego se caiga a pedazos, pero sí que el film de James Mangold ingresa en un subibaja seguramente perjudicado porque su primera hora debe estar entre lo mejor que se ha visto este año en el mainstream hollywoodense: hay una gran secuencia en un aeropuerto de la que no comprendemos mucho, pero sí vemos personajes que piensan y accionan, y un montón de información que se nos viene encima sin que sepamos bien qué hacer con ella. Luego, saltamos a otra secuencia infernal, esta vez más de acción, con Tom Cruise haciendo maravillas arriba de una moto y sobre el techo de un auto. Es de esas escenas de acción irresponsables, donde cualquier cosa puede pasar y donde la ecuación vértigo + tiros + comedia da por resultado un entretenimiento excitante.

Como decíamos, luego vendrá la explicación del por qué de todas estas situaciones -por más que nunca se nos explique demasiado- y allí el producto se resentirá, precisamente porque lo que la hacía avanzar así, libre, sin ataduras, era la convicción de Cruise por hacer algo que no entendíamos bien qué era y la confusión de Cameron Díaz por estar metida en algo que no comprendía. Sin embargo hay que reconocer en Mangold (alguien que creíamos que no sabía filmar y viene se manda El tren de las 3:10 a Yuma y esta) que durante esa última parte la película no pierde coherencia interna ni defrauda expectativas generadas: lo que pasa, sencillamente, es que el arranque es demoledor. Y, hay más, el director y su guionista Patrick O’Neill construyen un relato sobre la base de varias enseñanzas de Alfred Hitchcock, alguien a quien si uno lo sigue al pie de la letra es muy difícil que falle. Bueno, deberíamos sumar a Cruise en el homenaje ya que si recuerdan, Misión: imposible 2 tenía lazos con la obra del maestro inglés.

Díaz es June Havens, mujer a la que adivinamos con algunos fracasos sentimentales y que se dirige a la boda de su hermana menor; Cruise es Roy Miller, alguien que se aparece de repente en la vida de June y que la involucra progresivamente en una serie de sucesos que ponen en riesgo su vida: todos van tras algo que reconocemos como un McGuffin y no habrá descanso hasta el final. Lo mejor de Encuentro explosivo, si tenemos en cuenta su homenaje a Hitchcock, es que aquí las cosas se recuerdan desde la alegría de contar y narrar y fantasear. Se toman aquellos preceptos más centrados en cómo un divertimento debe ser y, de paso, se construye una película sostenida en una palabrita a la que Hollywood parece tenerle miedo desde hace un tiempo: entretenimiento. Porque Encuentro explosivo es eso: un film despreocupado, de melena al viento, virtuoso en algunas resoluciones, ligero y ágil. Es ese cine de acción que se hacía antes de que Matrix viniera con su monserga filosófica y los personajes pensaran demasiado antes de tirarse al vacío.

Si bien las acciones están balanceadas -aunque el guión se preocupe más por el arco dramático de June, que pasa de la confusión inicial a la decisión, aún con algo de torpeza- lo que define al producto conceptualmente es la participación de Tom Cruise. No revelamos un secreto si decimos que el tipo está loco. Si analizamos su carrera desde Ojos bien cerrados -su evidente quiebre- a la fecha, y sacando sus héroes de acción, observamos una galería de personajes que se debaten entre el asco y el cinismo como el Frank de Magnolia o el Jasper Irving de Leones por corderos, aunque sin lugar a dudas el listón más alto lo logra en Tropic thunder con su Les Grossman. Con esa caracterización Cruise parece haberse tirado al vacío (como en Misión: imposible 2; como lo hace aquí) y mostrado sus vísceras: “¡vean, de esta mierda está hecho todo esto!”, dice a través de un personaje que ya es de culto. Eso es, seguramente, lo que le permite ser par de una película despreocupada y feliz, sin espacio para el aburrimiento: y su Roy Miller tiene mucho de esa locura desatada del Cruise feliz y en actitud todo-me-chupa-un-huevo.

Decíamos de tirarse al vacío. Hay algo muy particular en la forma en que Cruise lo hace: casi siempre por amor y arrebatadamente. Lo hacía en medio de una balacera en Misión: imposible 2 y ante los ojos de Thandie Newton y lo vuelve a hacer aquí, de manera similar. El tipo se lanza de costado, apoyando todo el peso del cuerpo sobre su hombro; cae pesado, enérgicamente, como diciendo acá estoy y rompe unos tinglados, para luego incorporarse como si nada. Acto seguido se dirige a derrotar al malo, quedarse con el botín y con la chica. Cruise entiende, tal vez algo a destiempo si uno analiza qué funciona y qué no en el cine de hoy, que el entretenimiento es eso: un constante salto al vacío, algo que se emparienta, también, con la fe. Fe, en este caso, que es hacia el cine, hacia narrar, hacia contar una historia divertida sin medirla constantemente con la verosimilitud o con el mundo real. No de gusto los personajes se definen por la acción: así es como ella comprende que él la ama. Cruise es, sí, una criatura que existe sólo en el cine.

Que un producto como este no haya funcionado en los Estados Unidos y sí lo hagan artefactos horribles como Crepúsculo o ruidosos y aparatosos como Transformers, habla un poco de lo mal que están las cosas. Porque Encuentro explosivo sí es ruido, pero uno organizado, pensado, que tira mil ideas por minuto y lo hace en movimiento -si esas elipsis que se dan entre ella durmiendo y él piloteando aviones, manejando lanchas, siendo torturado no es cine ¿¡qué es el cine!?-, de la manera más artificiosa posible y mostrando el artificio en la jeta: sí, mirá, voy y le meto un beso a la piba mientras 40 tipos me están baleando. Uno que generacionalmente es de esta época pero que, por curiosidad y necesidad, ha revisado en el pasado sabe que el cine es algo más que esto que hoy nos quieren vender como parte de una cajita feliz o como complemento de una saga literaria berreta. El cine es esa forma de creer y crear lo imposible. Y Encuentro explosivo, con sus imperfecciones, lo hace de la manera más feliz posible. Un salto al vacío de la diversión y el entretenimiento.

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