Creer o no creer ¿esa es la cuestión?
Por Brian Macchi
9 puntos
En estos últimos tiempos, la Iglesia Católica ha sido señalada por la gran cantidad de abusos que han cometido diferentes integrantes de su comunidad, principalmente sacerdotes, a lo cual la congregación ha respondido con silencio y siempre tratando de “tapar” estas cuestiones. En Argentina, quizás el caso más resonante es el del Padre Grassi, el cual aparenta tener más connotaciones mediáticas que policiales.
Pero que hoy en día, se conozcan tantos casos no representa que antes no existieran, sino eran tiempos distintos. Antes los medios ni solían investigar estos temas y tampoco intentaban “meterse” con la comunidad eclesiástica, ya que esto les representaba graves problemas. En la actualidad, los medios son tal vez más fuertes que cualquier clero.
Además, en épocas anteriores, la Iglesia era un ámbito mucho más cerrado que ahora, donde cada situación se manejaba y resolvía interna y secretamente, a veces, de una forma oscura y siniestra.
Tratando de exhibir como era la congregación católica en aquellos años de hermetismo y sin el acecho de los medios, John Patrick Shanley se animó a narrar como sería un posible caso de abuso por un sacerdote en esos tiempos. Este relato es una obra de teatro llamada La duda, que ganó un premio Pulitzer, y que ahora se ha adaptado para cine en un film homónimo protagonizado por Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman.
La cinta transcurre en 1964, en una escuela católica del Bronx. El padre Flynn es acusado de abusar al primer estudiante de color que ingresa a la institución. La principal impulsora de la investigación es la superiora de las monjas, la hermana Aloysius Beauvier, quien se enfrenta al sacerdote aún cuando no tiene las pruebas necesarias para castigarlo. El problema de fondo es la antipatía entre la hermana Beauvier, quien cree en la más férrea disciplina por sobre todas las cosas y el padre Flynn, quien intenta cambiar las estrictas normas del colegio.
Desde su inicio, la película contiene un tono sobrio y serio que es preciso para lo que se apunta a contar. El director (el mismo John Patrick Shanley) en todo momento busca que la producción no sea teatro filmado, característica que logra ampliamente por la variación de planos y el ritmo que imprime, al no dejar que un cuadro este fijo mucho tiempo sino que siempre ir variando su ubicación y su ángulo, sin provocar desconcierto en el espectador por estos cambios.
Más allá de estos aspectos técnicos, el film se basa en el trabajo de sus protagonistas y de allí se construye toda la estructura. La magistral labor de Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman le crea al director una fuerte columna con la cual narrar su historia. Sin la excepcional tarea de estos actores no se podría haber transmitido la fuerza y el clima que contiene la cinta.
La temática de la película es brillantemente desarrollada porque lo hace mediante las reglas del ámbito en el cual se mueve la historia, es decir, como se trataría un caso de abuso dentro de la Iglesia. Cada situación contiene silencios, pausas, miradas, metáforas; marcando las reglas que tiene esta trama y como debe extenderse. Quien observa la cinta, en determinados instantes, coincidirá con ciertos sentimientos de algunos personajes, que lleva a destacar la construcción de la narración porque logra transmitir lo mismo que genera dentro de la propia historia.
Pero al final de cuentas, La duda toma el caso de abuso como una excusa para hablar de otras temáticas o de una sola. Las certezas e incertidumbres del ser humano, la discriminación, el esfuerzo, la intolerancia; o quizás con todos estos elementos, ¿desea dialogar sobre el propio catolicismo? El final del film lleva a la reflexión sobre este análisis. “Tengo dudas” dice la hermana Beauvier en la última escena. ¿La duda es sobre el caso de abuso o sobre el catolicismo? Es una pregunta que parecería quedar flotando luego de las palabras del personaje de Streep.
Esta producción es una valiosa cinta que, junto a la precisa labor técnica y la brillante tarea actoral, apunta a reflexionar y a ver un poco mas allá de la historia, intentar comprender (o descifrar) algunos conceptos ocultos dentro de la trama. Quien se anime a “jugar” con estas reglas, se irá satisfecho de la sala de cine.