¡Fenomenoides!
Por Rodrigo Seijas
Guillermo Del Toro es un director con una imaginación desbordante. En la mayoría de sus relatos, esa pulsión por la fantasía, la fascinación por lo extraño y lo fantástico se manifiesta de manera pura, sin contaminantes. Otras veces, como en ciertos momentos de El laberinto del fauno, esa proyección se ve invadida en exceso por referencias políticas, que le agregan un lastre a su capacidad narrativa.
Con Hellboy II: el ejército dorado, Del Toro vuelve al terreno que más conoce, donde mejor se desempeña: el de la fantasía pura, el de la narración sin tesis social predeterminada. Es un cine que persigue antes que nada el contar una buena historia, el presentar buenos personajes al público, el transportarlos durante un ratito a otro mundo. Es un objetivo, una ambición, más que loable.
Luego de la primera parte, que abordaba el tema del Destino de esa criatura tan roja como infernal, que supuestamente era el de liquidar la Humanidad, en esta secuela (o más bien continuación) se explora más la psicología de los personajes, delineando un héroe que a pesar de su carácter de distinto, de diferente, convive y necesita de un grupo de similares características a la suya, que atraviesa problemas de identidad similares, con los mismos dilemas y ansiedades y participando de las acciones casi a la par del protagonista.
En este caso, Hellboy, junto con Liz y Abe Sapien, deberán enfrentarse a la amenaza que supone el Príncipe Nuada, quien busca despertar al Ejército Dorado, una fuerza aparentemente imparable, para liquidar a la Humanidad y devolver al mundo mítico al lugar que para él pertenece. En el medio, el protagonista (encarnado a la perfección por Ron Pearlman) deberá lidiar con sus típicos problemas de pareja con Liz y una futura paternidad. El pobre Abe, en tanto, se enamorará a primera vista y perdidamente de la Princesa Nuala, hermana de Nuada, y quien es la única en el mundo mítico que parece no querer entrar en guerra con la Humanidad.
Es aquí donde el filme sale a la cancha con todo desparpajo, en especial en una escena donde Hellboy y Abe se ponen a cantar juntos «Can’t Smile Without You», tirados en una escalera y bebiendo cerveza. Es el retrato de dos tipos locos de amor, completamente estupidizados, que no saben muy bien cómo enfrentarse con sus sentimientos, pero que son concientes de que irían hasta el final por las mujeres a las que aman. Es una declaración de amor masculino en estado puro.
Es verdad que algunos personajes, como el jefe de la sección Manning, no están del todo bien desarrollados e incluso son un poco maltratados, sin mucha razón. Pero por otro lado, se puede percibir no sólo en el trío protagonista, un cuidado inusual. Los príncipes Nuada y Nuala, por ejemplo, poseen un alto componente trágico, pertenecen a un mundo casi en extinción, la conexión que mantienen entre sí está dada no sólo por el hecho de ser hermanos, sino por un amor mucho más puro, que elude incluso el tema de la hermandad. Nuada no es un malo típico, es alguien maldito, que intenta torcerle la mano al destino de su mundo, que intuye trágico.
Hellboy II termina así por destacarse como una noble película de aventuras, de esas donde uno se divierte mucho pero donde intuye todo un universo plagado de diferentes, de criaturas marginadas por la sociedad, habitando un contexto marcado por la melancolía. Es gente que, paradójicamente, es tan extraña como similar a nosotros. Es que en el fondo, todos somos freaks.
8 puntos